domingo, 16 de enero de 2011

La boragine de los mercados no tiene fin.

Crisis mundial
alimentaria

Podría ser otra burbuja, pero esta vez con efectos siniestros y mortales.
 La ética de los mercados, de los apostadores de las Bolsas y otros
jugadores, sólo tiene un objetivo numeral, de ganancia fácil, a corto plazo,
de multiplicación instantánea de los beneficios. Desde que los grandes tahúres mundiales
vieron un nuevo espacio de especulación en los alimentos -un bien por definición
necesario, vital- su precio se ha desbandado. Lo que los operadores
de mercados habían tradicionalmente hecho -la inversión y especulación en áreas
 como las finanzas, la vivienda, los servicios de toda índole-, más adelante lo hicieron
con fuerza en las materias primas. Hoy, el cobre, el petróleo, el oro y otros
commodities marcan precios históricamente altos y sin señales de retroceso.
 Ahora, como la última vuelta a la tuerca, es el momento de los alimentos.
La ambición, que está en la naturaleza propia de los mercados, del capitalismo
 a fin de cuentas, ha descubierto un nuevo foco de negocios en un bien tan humil-- 
 de como los granos -arroz, trigo, maíz, soya-, todos de consumo humano
 o ani-mal. Especular con los granos, con los cereales, es apretar la
cadena alimentaria desde la base. Elevar su precio, que en no pocos casos
 ha sido doblarlo, es trasladar esta carestía a todos los otros alimentos, como por ejemplo
 la leche o la carne. Un grano como la soya se emplea básicamente como alimento animal,
empujando al alza todo el espectro alimentario calórico. Según información de la FAO,
entre marzo de 2007 y abril de 2008 los precios internacionales del arroz
han subido 163 por ciento; del trigo, 110; maíz, 45 por ciento; lácteos, 70 por ciento.
El fenómeno, iniciado hace más de un año, ha derivado en 2008 hacia rasgos
de crisis mundial, con efectos no sólo en una nueva crisis humanitaria en los
 países más pobres y débiles, sino en una fuente de desestabilización social y política.
Las advertencias, insistentes y dramáticas, han venido desde todas las
agencias internacionales, como el Banco Mundial, el Fondo Monetario
Internacional, la FAO, y, por cierto, Naciones Unidas. Su secretario
general, el coreano Ban Ki-Moon, habla de “una auténtica crisis mundial”.
“Cualquier muerte por
hambre es un asesinato”
Aun más enfático en su alarma ha sido el relator de Naciones Unidas
para la alimentación, el suizo Jean Ziegler: “Cada cinco segundos un niño
menor de diez años muere de hambre o por sus secuelas inmediatas.
Más de seis millones en 2007. Cada cuatro minutos alguien pierde
la vista debido a la falta de vitamina A. Hay 854 millones de seres humanos
gravemente infraalimentados, mutilados por el hambre permanente.
Esto ocurre en un planeta que rebosa riquezas. Por tanto, esta masacre
cotidiana por el hambre no obedece a ninguna fatalidad. Detrás de cada víctima
hay un asesino. El orden mundial actual no sólo es mortífero, además es absurdo.
 La masacre está instalada en una normalidad inmóvil. Cualquier muerte
 por hambre es un asesinato”.
En el corto plazo, y tal vez en el mediano, no hay ninguna señal de
disminución en los precios. Todos los factores juegan en contra, a
mplificando el síndrome. Los miedos atávicos a la carencia de un bien
tan básico y fundamental como el arroz o el maíz, han generado todo tipo
de reacciones que presionan aún más en los precios. Con los actuales precios, hasta
la ayuda humanitaria será escasa. Entre las causas complejas y enrevesadas de
 tan brutal inflación, es posible detectar las siguientes:
- Las crisis hipotecarias y financieras, la inestabilidad en los mercados de divisas,
el complejo panorama económico que sufre la economía estadounidense
han presionado a inversionistas y especuladores a buscar otro tipo de
 instrumentos de inversión. Ya no tanto los bonos y otra diversidad de papeles.
Se retorna a lo clásico: materias primas, en un comienzo, y ahora los granos.
 Este ingreso impetuoso ha duplicado en varios rubros los precios colocándolos
en niveles históricos. Pero esta vez el casino financiero tiene efectos perversos
 directos: como ha dicho el director de la FAO, el senegalés J
acques Diouf, por cada punto porcentual que suben los alimentos
hay 16 millones de personas en el mundo condenadas al hambre y a la muerte.
- Otro factor inmediato que ha influido en el aumento de los precios y su e
speculación es el alza del petróleo, que también es efecto de
la especulación. Tiene una doble consecuencia en la carestía de los
granos. Está, de partida, el mayor costo en el transporte de
 los alimentos, y está, en un lugar predominante, el uso de los
alimentos como insumo para elaborar biocombustibles.
- La economista Vandana Shiva escribió un artículo sobre los biocombustibles,
sobre su tremendo impacto en el precio de los alimentos y su prácticamente nulo
efecto sobre el mercado de los combustibles. “Un remedio peor que la enfermedad”
alerta. El primer efecto está más que claro: “El presidente de EE.UU. ha prometido
el pasado diciembre un gran salto en la producción de biocombustibles de aquí a 2020.
 Eso empuja a tal punto al alza la demanda y los precios del grano, que los
 pobres van a quedar literalmente fuera de los mercados de alimentos”.
El segundo efecto, dice, ya comienza a observarse. “Si en lo venidero, y conforme
a las previsiones del gobierno estadounidense se dedica el 20% de la cosecha de maíz
 a la producción de etanol, con la cantidad de combustible así producido sólo puede s
ustituirse el uno por ciento del consumo anual de petróleo. Si se usara toda la cosecha
de maíz para la producción de etanol, podría sustituirse un escaso 5% del actual
consumo de petróleo. ¿Quién puede sostener seriamente que con ello se
perfila una alternativa para enfrentarse al tan temido término de las fuentes de petróleo?”.
El mercado, el libre juego de la oferta y la demanda, es hoy un chiste cruel.
Porque esta crisis especulativa no tiene relación con la oferta y la demanda.
La crisis sucede en un período de producción normal, incluso de expansión
de la producción. El exceso, la redundancia, la hipertrofia capitalista, la globalización
nihilista, el libre mercado llevado al paroxismo, es lo que ha conducido a la
 situación actual, que no sólo es la condena a muerte de millones de personas.
Es también el comienzo del repliegue de los mercados tal como los hemos
conocido durante las últimas décadas, lo que se observa en el actual caos
comercial, en el miedo, el pánico, en el desabastecimiento.
Las organizaciones internacionales que prevén una crisis social han detectado
hasta el momento 37 naciones conflictivas. Y no sólo africanas o
del Tercer Mundo. Entre ellas está México, país, recordemos,
de la OCDE, y miembro del TLCAN. El precio de la tortilla de maíz, alimento básico
 para los pueblos de Mesoamérica, ha subido en 30 por ciento y
seguirá subiendo. Los conflictos y las revueltas están en el comienzo, como
advierten y alertan las agencias internacionales. De seguir así, proyecta la
 FAO, la población mundial subalimentada subirá de los actuales 800 millones
a 1.200 millones para 2025
PAUL WALDER

(Publicado en “Punto Final” Nº 661, 2 de mayo, 2008)