miércoles, 16 de marzo de 2011

Discurso del jefe indio Seattle dirigido al hombre blanco (1855)

El gran Jefe de Washington nos envía un mensaje para hacernos saber que desea comprar nuestra tierra. También nos manda palabras de hermandad y de buena voluntad. Agradecemos el detalle, pues sabemos que no necesita de nuestra amistad. Pero vamos a considerar su oferta, porque también sabemos de sobra que, de no hacerlo así, quizá el hombre blanco nos arrebate la tierra con sus armas de fuego. Pero... ¿Quién puede comprar o vender el cielo o el calor de la tierra?. Esa idea es para nosotros extraña. Ni el frescor del aire, ni el brillo del agua son nuestros. ¿Cómo podría alguien comprarlos?. Aúnasí, trataremos de tomar una decisión
Mis palabras son como las estrellas: eternas, nunca se extinguen. Teneis que saber que cada trozo de esta tierra es sagrada para mi pueblo. Cada aguja de un abeto, cada playa de arena, cada niebla en la profundidad de los bosques, cada claro entre los árboles, cada insecto que zumba es sagrado para el pensar y sentir de mi pueblo. La savia que sube por los árboles es sagrada experiencia y memoria de mi gente.
Los muertos de los blancos olvidan la tierra en que nacieron cuando
desaparecen para vagar por las estrellas. Los nuestros, en cambio, nunca se alejan de la tierra, pues es la madre de todos nosotros. Somos una parte de ella, y la flor perfumada, el ciervo, el caballo, el águila majestuosa, son nuestros hermanos. Las escarpadas montañas, los prados húmedos, el cuerpo sudoroso del potro y el hombre..., todos pertenecen a la misma familia.
Por eso, cuando el Gran Jefe de Washington nos envió el recado de que quería comprar nuestra tierra, exigía demasiado de nosotros. El Gran Jefe nos quiere hacer saber que pretende darnos un lugar donde vivir tranquilos. Él sería nuestro padre, y nosotros seríamos sus hijos. ¿Pero eso será posible algun día?. Dios debe amar a vuestro pueblo y abandonado a sus hijos rojos.
Él ha enviado máquinas para ayudar al hombre blanco en su trabajo, y con ellas se construyen grandes poblados. Él hace que vuestra gente sea, día a día, más numerosa. Pronto invadiréis la tierra, como ríos que se desbordan desde las gargantas montañosas, como una inesperada lluvia. Mi pueblo, sin embargo, es como una corriente desbordada, pero sin retorno. No, nosotros somos razas diferentes. Nuestros hijos y los vuestros no juegan juntos, y vuestros ancianos y los míos no cuentan las mismas historias. Dios os es favorable, y nosotros nos sentimos huérfanos. Aun así, meditaremos sobre
vuestra oferta de comprarnos la tierra. No será fácil, porque esta tierra es sagrada para nosotros
Nos sentimos alegres en estos bosques. Ignoro el por qué, pero nuestra forma de vivir es diferente a la vuestra. El agua cristalina, que corre por los arroyos y los ríos no es sólo agua, es también la sangre de nuestros antepasados. Si os la vendiéramos tendríais que recordar que es sagrada, y enseñarlo así a vuestros hijos. De hecho, los ríos son nuestros hermanos.
Nos libran de la sed, arrastran nuestras canoas y nos procuran alimento. Cada imagen que reflejan las claras aguas de los lagos son el recuerdo de los hechos que ocurrieron y la memoria de mis gentes. El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre.
Así es, Padre Blanco de Washington: los ríos son nuestros hermanos. Si os vendemos nuestra tierra, tendreis que recordar y enseñar a vuestros hijos que los ríos son nuestros hermanos -y en adelante, los vuestros- y tratarlos con el mismo cariño que se trata a un hermano.
Es evidente que el hombre blanco no entiende nuestra manera de ser. Os es indiferente una tierra que otra porque no la ve como a una hermana, sino como a una enemiga. Cuando ya la ha hecho suya, la desprecia y la abandona.
Deja atrás la tumba de sus padres sin importarle. Saquea la tierra de sus hijos y le es indiferente. Trata a su madre -la Tierra- y a su hermano -el firmamento-como a objetos que se compran, se usan y se venden como ovejas o cuentas de colores. Hambriento, el hombre blanco acabará tragándose la tierra, no
dejando tras de sí más que un desierto. Mi gente siempre se ha apartado del ambicioso hombre blanco, igual que la niebla matinal en los montes cede ante el sol naciente. Pero las cenizas de nuestros antepasados, sus tumbas, son tierra santa, y por eso estas colinas, estos árboles, esta parte del mundo, nos es sagrado.
No sé, pero nuestra forma de ser es muy diferente de la vuestra. Quizás sea porque soy lo que vosotros llamais "un salvaje" y, por eso, no entiendo nadaLa vista de vuestras ciudades hiere los ojos de mi gente. Quizá porque el "Piel Roja" es un salvaje y no lo comprende. No hay silencio alguno en las ciudades de los blancos, no hay ningún lugar donde se pueda oír crecer las hojas en primavera y el zumbido de los insectos. No hay un solo sitio tranquilo en las ciudades del hombre blanco. Ningún lugar desde el que poder escuchar en primavera el brote de las hojas o el revolotear de un insecto. Tal vez sea porque soy lo que llamais "un salvaje" y no comprenda algunas cosas...
El ruido de vuestras ciudades es un insulto para el oido de mi gente y yo me pregunto ¿Qué clase de vida tiene el hombre que no es capaz de escuchar el grito solitario de la garza o el diálogo nocturno de las ranas en un estanque?. Mi pueblo puede sentir el suave susurro del viento sobre la superficie del lago, el olor del aire limpio por el rocío de la mañana y perfumado al mediodía por el aroma de los pinos. El aire es de gran valor para nosotros, pues todas las cosas participan del mismo aliento: el animal, el árbol, el hombre, todos.
El hombre blanco parece no dar importancia al aire que respira, a semejanza de un hombre muerto desde hace varios días, embotado por su propio hedor. Pero, si os vendemos nuestra tierra, no olvidéis que tenemos el aire en gran estima, que el aire comparte su espíritu con la vida entera.
El viento dio a nuestros padres el primer aliento, y recibirá el último. Y el viento también insuflará la vida a nuestros hijos. Y si os vendiéramos nuestra tierra, tendríais que cuidar el aire como un tesoro y cuidar la tierra como un lugar donde también el hombre blanco sepa que el viento sopla suavemente sobre la hierba en la pradera.Cuando el último de entre mi gente haya desaparecido, cuando su sombra no sea más que un recuerdo en esta tierra -aun entonces- estas riberas y estos bosques estarán poblados por el espíritu de mi pueblo, porque nosotros amamos este paisaje del mismo modo que el niño ama los latidos del corazón de su madre.Si decidiese aceptar vuestra oferta, tendría que poneros una condición: que el hombre blanco considere a los animales de estas tierras como hermanos.
Soy lo que llamais "un salvaje" y no comprendo vuestro modo de vida, pero he visto miles de búfalos muertos, pudriéndose al sol en la pradera. Muertos a tiros, sin sentido, desde las caravanas. Yo soy un salvaje y no puedo comprender cómo una máquina humeante -el caballo de hierro- puede importar más que el búfalo, al que sólo matamos para sobrevivir. ¿Qué es el hombre sin animales? Si todos los animales desaparecieran el hombre también moriría en la soledad de su espíritu. Lo que le suceda a los animales tarde o temprano le sucederá también al hombre. Todas las cosas están estrechamente unidas.
Debeis enseñar a vuestros hijos lo que nosotros hemos enseñado a los nuestros: que la Tierra es su madre. Lo que le ocurre a la Tierra también le ocurre a los hijos de la Tierra. Si los hombres escupen en el suelo, se escupen a sí mismos.Nosotros sabemos que la tierra no pertenece al hombre, que es el hombre el que pertenece a la Tierra. Lo sabemos muy bien, Todo está unido entre sí, como la sangre que une a una misma familia. El hombre no creó la trama de la vida, es sólo una fibra de la misma.
Lo que haga con ese ese tejido, se lo hace a si mismo. No, el día y la noche no pueden vivir juntos.Tenéis que enseñar a vuestros hijos que el suelo que está bajo sus pies contiene las cenizas de los nuestros.
Para que respeten la tierra, contadles que la tierra contiene las almas de nuestros antepasados.
Nuestros muertos siguen viviendo entre las dulces aguas de los ríos, y regresan, de nuevo, con cada suave paso de la Primavera, y sus almas van con el viento que sopla, rizando la superficie del lago.Consideramos la posibilidad de que el hombre blanco nos compre nuestra tierra.
Pero mi pueblo pregunta: ¿Qué es lo que quiere el hombre blanco? ¿Cómo se puede comprar el Cielo, o el calor de la tierra, o la velocidad del antílope?. ¿Cómo vamos a vender todo esto y cómo vais a poder comprarlo?.
Acaso podréis hacer con la tierra lo que queráis, sólo porque firmemos un pedazo de papel y se lo entreguemos al hombre blanco?. Si nosotros no poseemos el frescor del aire, ni el resplandor del agua, cómo vais a poder comprarlo? ¿Es que, acaso, podéis comprar los búfalos cuando ya hayais matado al último?. Consideraremos la oferta.
Sabemos que si no os la vendemos vendrá el hombre blanco y se apoderará de nuestra tierra.Sabemos una cosa que, tal vez, el hombre blanco descubra algún día: nuestro Dios es vuestro Dios. Podeis pensar que ahora Él os pertenece, de igual manera que hoy deseais que nuestras tierras sean vuestras.. Pero no es así. Él es el Dios de todos los hombres y su amparo alcanza por igual a mi gente y a la vuestraConsideraremos vuestra oferta de que vayamos a una reserva.
Queremos vivir aparte y en paz. No importa dónde pasemos el resto de nuestros días. Nuestros hijos verán a sus padres sumisos y vencidos. Nuestros guerreros estarán avergonzados. Después de la derrota pasarán sus días en la holganza, y envenenarán sus cuerpos entre comida y alcohol. No importa dónde pasemos el resto de nuestros días. No quedan ya muchos. Sólo algunas horas -un par de inviernos- y no quedará ningún hijo de la gran estirpe que en otros tiempos vivió en esta tierra, y que ahora en pequeños grupos viven dispersos por el bosque, para gemir sobre las tumbas de su pueblo. Un pueblo que en otros tiempos fue tan poderoso y tan lleno de esperanza como el vuestro.¿Pero, por qué entristecerse por la desaparición de una nación?
Las naciones están hechas por hombres. Es así. Los hombres aparecen y desaparecen como las olas del mar. Ni siquiera el hombre blanco, cuyo Dios pasea y habla con él de amigo a amigo, queda exento del destino común de las cosas. Después de todo, quizás seamos hermanos. Ya veremos...También los blancos desaparecerán, y quizá antes que otras estirpes.
Continuad contaminando y corrompiendo vuestro lecho y cualquier noche morireis ahogados en vuestra propia suciedad. Eso sí..., caminareis hacia la extinción rodeados de gloria y espoleados por la creencia en un Dios que os da poder sobre la Tierra y sobre los demás hombres.
Cuando todos los búfalos se hayan ido, los caballos salvajes hayan sido domados, el rincón más secreto del bosque invadido por el ruido de la multitud, y la visión de las colinas esté manchada por los alambres parlantes (*), cuando desaparezca la espesura y el águila se extinga, habrá que decir adiós al caballo veloz y a la caza.Será el final de la vida y el comienzo de otra. Por algún motivo que se me escapa, Dios os concedió el dominio sobre los animales, los bosques y los Pieles Rojas. Quizá podríamos comprenderlo si supiésemos qué es lo que sueña el hombre blanco, qué ideales ofrece a los hijos en las largas noches de invierno, y qué visiones bullen en su imaginación, hacia las que tienden el día de mañana.Pero nosotros somos "salvajes".
Los sueños del hombre blanco nos están vedados.
Y porque nos están ocultos, nosotros vamos a seguir nuestro propio camino. Pues, ante todo, estimamos el derecho que tiene cada ser humano a vivir tal como desea, aunque sea de modo muy diverso al de sus hermanos. No es mucho lo que nos une.Consideraremos vuestra oferta...Si aceptamos es sólo por asegurarnos la reserva que habéis prometido.
Quizá, allí podamos acabar los pocos días que nos quedan, viviendo a vuestra manera. Cuando el último Piel Roja de esta tierra desaparezca y su recuerdo sea solamente la sombra de una nube sobre la pradera, todavía estará vivo el espíritu de mis antepasados en estas orillas y estos bosques.
Pues ellos amaban esta tierra, como ama el recién nacido el latido del corazón de su madre. Si os llegáramos a vender nuestra tierra, amadla -como nosotros la hemos amado-. Cuidad de ella -como nosotros la cuidamos- y conservad el recuerdo de esta tierra tal como os la entregamos.
¿Dónde está el bosque espeso?: Desapareció.
¿Qué ha sido del águila?: Desapareció.
Así se acaba la vida y sólo nos queda el recurso de intentar sobrevivir.Jefe Seattle

sábado, 12 de febrero de 2011

ERA DEL CONOCIMIENTO

“…Internet, los Estados le tienen miedo, porque han perdido el control de la comunicación y de la información sobre el que se ha basado el poder a lo largo de la historia.
Internet es extremadamente útil para la educación, para los servicios públicos, para la economía. Y no puedes tener un poquito de Internet, tienes que tener Internet en la plenitud de su capacidad autónoma de comunicación.
Internet no se puede interferir. Se puede cerrar un servidor. Y se abre otro. El Estado vigila Internet, entra en la privacidad de las personas. Pero eso lo hizo siempre, aunque haga falta una orden judicial, si el Estado quiere nos vigila. Todos los Gobiernos de todo el mundo lo hacen, lo pueden hacer. Lo nuevo es que podemos vigilarlos nosotros a ellos…”.
Manuel Castells, sociólogo.

domingo, 16 de enero de 2011

La boragine de los mercados no tiene fin.

Crisis mundial
alimentaria

Podría ser otra burbuja, pero esta vez con efectos siniestros y mortales.
 La ética de los mercados, de los apostadores de las Bolsas y otros
jugadores, sólo tiene un objetivo numeral, de ganancia fácil, a corto plazo,
de multiplicación instantánea de los beneficios. Desde que los grandes tahúres mundiales
vieron un nuevo espacio de especulación en los alimentos -un bien por definición
necesario, vital- su precio se ha desbandado. Lo que los operadores
de mercados habían tradicionalmente hecho -la inversión y especulación en áreas
 como las finanzas, la vivienda, los servicios de toda índole-, más adelante lo hicieron
con fuerza en las materias primas. Hoy, el cobre, el petróleo, el oro y otros
commodities marcan precios históricamente altos y sin señales de retroceso.
 Ahora, como la última vuelta a la tuerca, es el momento de los alimentos.
La ambición, que está en la naturaleza propia de los mercados, del capitalismo
 a fin de cuentas, ha descubierto un nuevo foco de negocios en un bien tan humil-- 
 de como los granos -arroz, trigo, maíz, soya-, todos de consumo humano
 o ani-mal. Especular con los granos, con los cereales, es apretar la
cadena alimentaria desde la base. Elevar su precio, que en no pocos casos
 ha sido doblarlo, es trasladar esta carestía a todos los otros alimentos, como por ejemplo
 la leche o la carne. Un grano como la soya se emplea básicamente como alimento animal,
empujando al alza todo el espectro alimentario calórico. Según información de la FAO,
entre marzo de 2007 y abril de 2008 los precios internacionales del arroz
han subido 163 por ciento; del trigo, 110; maíz, 45 por ciento; lácteos, 70 por ciento.
El fenómeno, iniciado hace más de un año, ha derivado en 2008 hacia rasgos
de crisis mundial, con efectos no sólo en una nueva crisis humanitaria en los
 países más pobres y débiles, sino en una fuente de desestabilización social y política.
Las advertencias, insistentes y dramáticas, han venido desde todas las
agencias internacionales, como el Banco Mundial, el Fondo Monetario
Internacional, la FAO, y, por cierto, Naciones Unidas. Su secretario
general, el coreano Ban Ki-Moon, habla de “una auténtica crisis mundial”.
“Cualquier muerte por
hambre es un asesinato”
Aun más enfático en su alarma ha sido el relator de Naciones Unidas
para la alimentación, el suizo Jean Ziegler: “Cada cinco segundos un niño
menor de diez años muere de hambre o por sus secuelas inmediatas.
Más de seis millones en 2007. Cada cuatro minutos alguien pierde
la vista debido a la falta de vitamina A. Hay 854 millones de seres humanos
gravemente infraalimentados, mutilados por el hambre permanente.
Esto ocurre en un planeta que rebosa riquezas. Por tanto, esta masacre
cotidiana por el hambre no obedece a ninguna fatalidad. Detrás de cada víctima
hay un asesino. El orden mundial actual no sólo es mortífero, además es absurdo.
 La masacre está instalada en una normalidad inmóvil. Cualquier muerte
 por hambre es un asesinato”.
En el corto plazo, y tal vez en el mediano, no hay ninguna señal de
disminución en los precios. Todos los factores juegan en contra, a
mplificando el síndrome. Los miedos atávicos a la carencia de un bien
tan básico y fundamental como el arroz o el maíz, han generado todo tipo
de reacciones que presionan aún más en los precios. Con los actuales precios, hasta
la ayuda humanitaria será escasa. Entre las causas complejas y enrevesadas de
 tan brutal inflación, es posible detectar las siguientes:
- Las crisis hipotecarias y financieras, la inestabilidad en los mercados de divisas,
el complejo panorama económico que sufre la economía estadounidense
han presionado a inversionistas y especuladores a buscar otro tipo de
 instrumentos de inversión. Ya no tanto los bonos y otra diversidad de papeles.
Se retorna a lo clásico: materias primas, en un comienzo, y ahora los granos.
 Este ingreso impetuoso ha duplicado en varios rubros los precios colocándolos
en niveles históricos. Pero esta vez el casino financiero tiene efectos perversos
 directos: como ha dicho el director de la FAO, el senegalés J
acques Diouf, por cada punto porcentual que suben los alimentos
hay 16 millones de personas en el mundo condenadas al hambre y a la muerte.
- Otro factor inmediato que ha influido en el aumento de los precios y su e
speculación es el alza del petróleo, que también es efecto de
la especulación. Tiene una doble consecuencia en la carestía de los
granos. Está, de partida, el mayor costo en el transporte de
 los alimentos, y está, en un lugar predominante, el uso de los
alimentos como insumo para elaborar biocombustibles.
- La economista Vandana Shiva escribió un artículo sobre los biocombustibles,
sobre su tremendo impacto en el precio de los alimentos y su prácticamente nulo
efecto sobre el mercado de los combustibles. “Un remedio peor que la enfermedad”
alerta. El primer efecto está más que claro: “El presidente de EE.UU. ha prometido
el pasado diciembre un gran salto en la producción de biocombustibles de aquí a 2020.
 Eso empuja a tal punto al alza la demanda y los precios del grano, que los
 pobres van a quedar literalmente fuera de los mercados de alimentos”.
El segundo efecto, dice, ya comienza a observarse. “Si en lo venidero, y conforme
a las previsiones del gobierno estadounidense se dedica el 20% de la cosecha de maíz
 a la producción de etanol, con la cantidad de combustible así producido sólo puede s
ustituirse el uno por ciento del consumo anual de petróleo. Si se usara toda la cosecha
de maíz para la producción de etanol, podría sustituirse un escaso 5% del actual
consumo de petróleo. ¿Quién puede sostener seriamente que con ello se
perfila una alternativa para enfrentarse al tan temido término de las fuentes de petróleo?”.
El mercado, el libre juego de la oferta y la demanda, es hoy un chiste cruel.
Porque esta crisis especulativa no tiene relación con la oferta y la demanda.
La crisis sucede en un período de producción normal, incluso de expansión
de la producción. El exceso, la redundancia, la hipertrofia capitalista, la globalización
nihilista, el libre mercado llevado al paroxismo, es lo que ha conducido a la
 situación actual, que no sólo es la condena a muerte de millones de personas.
Es también el comienzo del repliegue de los mercados tal como los hemos
conocido durante las últimas décadas, lo que se observa en el actual caos
comercial, en el miedo, el pánico, en el desabastecimiento.
Las organizaciones internacionales que prevén una crisis social han detectado
hasta el momento 37 naciones conflictivas. Y no sólo africanas o
del Tercer Mundo. Entre ellas está México, país, recordemos,
de la OCDE, y miembro del TLCAN. El precio de la tortilla de maíz, alimento básico
 para los pueblos de Mesoamérica, ha subido en 30 por ciento y
seguirá subiendo. Los conflictos y las revueltas están en el comienzo, como
advierten y alertan las agencias internacionales. De seguir así, proyecta la
 FAO, la población mundial subalimentada subirá de los actuales 800 millones
a 1.200 millones para 2025
PAUL WALDER

(Publicado en “Punto Final” Nº 661, 2 de mayo, 2008)